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El viaje de 40 años de Walter Klaus en LDC 99

Walter Klaus

Walter Klaus reflexiona sobre su viaje desde asistente junior hasta Gerente Regional de Ejecución Portuaria, a lo largo de cuatro décadas en LDC en Argentina: una historia de compromiso, crecimiento profesional y pasión por un trabajo que lo ha desafiado constantemente.

¿Cómo ingresaste a LDC y qué recordás de ese primer día, hace 40 años?

Trabajaba como asistente junior en una empresa exportadora de granos que estaba pasando por un momento difícil. Mi jefe me animó a enviar currículums y uno de ellos llegó a una empresa vecina de LDC. Por casualidad, el gerente de LDC se enteró de mi búsqueda y me llamó.

Llegué a la oficina de Rosario con 22 años, como parte de un pequeño equipo de unas 12 personas. Tenía muy poca experiencia y todo era nuevo para mí, pero tenía muchas ganas de aprender.

Se suponía que debía empezar un lunes, pero me llamaron antes porque estaban desbordados de trabajo. Ese fue mi verdadero primer día: caminando por todo Rosario, haciendo trámites y entregando documentos.

Comenzaste como asistente junior y hoy sos responsable regional. ¿Qué hitos marcaron esa evolución?

A los pocos meses tuve la oportunidad de trasladarme al área a cargo de las operaciones marítimas en Argentina, Uruguay y Paraguay, incluyendo puertos y vías navegables. Tenía algo de experiencia previa en tareas vinculadas a buques, así que acepté. Comencé como asistente del jefe del área y, poco después, asumí el cargo.

LDC apoyó mi crecimiento desde el inicio. La compañía me animó a estudiar inglés por la noche y mi jefe seguía personalmente mis avances, ¡incluso revisando mis exámenes! Ese nivel de confianza fue fundamental.

A los 25 años fui designado apoderado general, un rol que implicaba firmar cheques, contratos y documentos en nombre de la compañía. Fue un enorme reconocimiento –uno de los momentos de mayor orgullo de mi carrera– y un punto de inflexión profesional.

Oficina de Rosario, 1987
Una foto del trabajo en equipo y de los momentos compartidos en la oficina de Rosario a fines de la década de 1980.

“Cada paso, por pequeño que sea, puede conducir a algo más grande. Puede que al principio no veas todo el camino, pero con compromiso y curiosidad, puedes llegar muy lejos”

Si tuvieras que elegir un momento que represente la cultura de LDC, ¿cuál sería?

Sin dudas sería la construcción de la planta de General Lagos, en el centro de Argentina, junto a los ríos Paraná y Salado. Estuve involucrado desde el primer día, recorriendo posibles ubicaciones con mi jefe hasta que encontramos el sitio actual. Fue un proyecto desarrollado desde cero que exigió un compromiso total, incluso los fines de semana.

Fue un período intenso pero muy gratificante. Ese compromiso colectivo y la actitud de “manos a la obra” reflejan, para mí, el espíritu de LDC: trabajo en equipo, esfuerzo y visión de largo plazo.

¿Cómo fue la transición a un rol más regional? ¿Qué desafíos y aprendizajes trajo ese cambio?

En 2013 fui promovido para coordinar las operaciones de ejecución regional en Argentina. Con este cambio, pasé de enfocarme en una sola terminal –General Lagos– a coordinar operaciones en varios sitios al mismo tiempo: General Lagos, Timbúes, Bahía Blanca y otros puertos activos.

El mayor desafío fue ampliar mi perspectiva: pasar de resolver problemas en un lugar específico a una coordinación estratégica con una visión más integral, abarcando diversas instalaciones.

La tecnología también transformó nuestra forma de trabajar. Antes estaba presente en el sitio todos los días, pero ahora me mantengo conectado de forma remota con los equipos y las partes interesadas en diferentes ubicaciones. Incluso con menos viajes, sigo plenamente involucrado y disponible.

Lo que no cambió es la necesidad de estar siempre alerta y ser ágil: los buques pueden llegar en cualquier momento, pueden surgir problemas técnicos o de documentación, y hay que tomar decisiones rápidas e informadas.

¿Cómo describirías un día típico de trabajo para vos?

En una palabra: “dinámico”, porque nuestro trabajo implica un monitoreo constante de los cronogramas de los buques, las inspecciones de bodegas y los flujos de documentos.

Los imprevistos son parte del trabajo: un plan de carga que no coincide, un documento que no llegó a tiempo, un buque que necesita reprogramarse en plena madrugada…

No es un trabajo rutinario, y eso lo hace a la vez desafiante y motivador. Te mantiene alerta, proactivo y siempre pensando un paso adelante.

Mirando hacia atrás, ¿qué fue lo que te mantuvo en LDC durante cuatro décadas?

Siempre sentí que era una compañía en la que podía crecer. Desde el inicio encontré grandes equipos de colegas con los que disfrutaba trabajar y líderes que confiaron en mí. Y cada desafío venía acompañado de una verdadera oportunidad para avanzar.

LDC siempre me ofreció oportunidades para aprender y seguir avanzando. Con el tiempo, eso te da confianza y te demuestra que tus esfuerzos tienen un propósito.

Ese compromiso a largo plazo me dio confianza y marcó la diferencia.

Otro valioso momento de equipo en la oficina de Rosario, 1989.

“Mantente abierto al aprendizaje y a los cambios. Cada paso, por pequeño que parezca, puede conducir a algo más grande. Aprovecha cada oportunidad como una nueva experiencia y una ocasión para aprender”

¿Qué consejo te hubiera gustado recibir cuando comenzaste y que hoy le darías a las nuevas generaciones que ingresan o se desarrollan en LDC?

Cada nueva generación aporta una energía y una forma distinta de trabajar. Los miembros más recientes y jóvenes del equipo, por ejemplo, dominan lo digital, se adaptan con rapidez y tienen ganas de colaborar: los veo hacer preguntas, proponer ideas e involucrarse desde el inicio. La combinación de experiencia y nuevas perspectivas es poderosa. Mantiene a la compañía en evolución y nos mantiene a todos aprendiendo.

Y ese sería mi mensaje: mantener la apertura al aprendizaje y a los cambios. Cada paso, por más pequeño que parezca, puede llevar a algo más grande. Hay que tomar cada oportunidad como una nueva experiencia y una ocasión para aprender.

Puede que al principio no se vea el camino completo, pero con compromiso y curiosidad se puede llegar lejos, creciendo con cada nuevo desafío. Vi a muchos jóvenes que empezaron en el nivel de planta y hoy prosperan en roles internacionales, y también actualmente como parte del Competence Center de LDC, donde los jóvenes asumen roles clave con impacto real.

LDC está en constante evolución, y todos en ella deben evolucionar también. Quienes abracen el aprendizaje y la adaptabilidad encontrarán verdaderas oportunidades para crecer.

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