Un asunto familiar
Escuché el nombre Louis-Dreyfus por primera vez en una cena familiar cuando tenía aproximadamente cuatro años de edad. Trabajar para la Maison Louis-Dreyfus era como una tradición familiar. Mi madre se incorporó a la empresa en 1946, y trabajó allí hasta su retiro a mediados de la década de 1980. Su padre, Louis Carlo y su abuelo, Pierre Delabroye, habían hecho lo mismo antes que ella. Ambos trabajaron para la empresa familiar de Louis-Dreyfus hasta retirarse. Su dedicación a la compañía fue una inspiración para mí, por lo cual, cuando tenía 12 años, decidí que yo también trabajaría allí algún día.
Jean-Michel Picaud
Comienza una relación duradera
Recuerdo mi primer día como si fuera ayer: 1° de septiembre de 1975. Tenía 21 años. Mi madre y yo tomamos el autobús juntos a la oficina de la Rue Rabelais 6, en París. Fui presentado brevemente al guardia de seguridad y luego llevado ante el director Comercial de Transporte, quien me condujo al departamento de Transporte Marítimo. Era una oficina pequeña, con cinco o seis personas. Muy diferente a las oficinas de diseño abierto que vemos hoy.
En aquel momento, me había capacitado como notario y sabía algo de inglés de la escuela, pero no tenía mucho más en términos de educación formal. Ni siquiera sabía qué quería decir flete. Me contrataron como mensajero y me asignaron la tarea de organizar los mensajes que llegaban por Télex en orden cronológico.
Como leía los mensajes que tenía a cargo organizar, comencé poco a poco a formar mi propia imagen del negocio.
Un año después de incorporarme a la compañía, debí cumplir el servicio militar. Fui reclutado para “La Royale” y me uní a la marina en Brest, una pequeña infidelidad a la compañía que estaba fuera de mi control. Un año más tarde, en 1976, estaba de regreso en París y también nuevamente trabajando. Para entonces, la compañía había cambiado de oficina y se había trasladado a lo que se conoce como el “Immeuble Bleu”, o el edificio azul, ubicado en el distrito 16 de la ciudad. Me incorporaron a la Plataforma de Transporte y, luego de aprender la actividad, me pusieron a cargo de los envíos realizados por pequeños buques llamados “costeros”, que trasladaban cereales dentro de Europa y el norte de África. Estuve en esa plataforma durante seis años, luego trabajé en Ejecución de Cereales, y finalmente, después de mudarme a Ginebra en 2009, regresé a Transporte.
Hoy, lo que más disfruto de mi trabajo es el aspecto de añadir valor a la compañía: para eso es que trabajo con mayor esmero.
La fuente de nuestra devoción
Es difícil definir una razón única para el apego que mi familia le tiene al Grupo. A lo largo de cuatro generaciones, la historia de la compañía se volvió también parte de nuestra historia como familia. Por ejemplo, me han contado que, mientras trabajaba en París durante la ocupación alemana, mi bisabuelo protegió el retrato en relieve de bronce de Léopold Louis-Dreyfus, que se encontraba fijado a la pared en la entrada de las oficinas de la compañía sobre la rue de la Banque, creando una pared falsa sobre el mismo para preservarlo de los daños o, peor, de la confiscación.
Esta es sólo una de numerosas historias que se han contado en mi familia, pero como todos trabajamos en la misma compañía, resuenan de una manera única. Todos sabemos de las dificultades que trajo la Segunda Guerra Mundial, pero en mi familia comprendíamos, además, la importancia de preservar la memoria de Léopold. Era algo que teníamos en común.
Hay, sin embargo, una historia que tuvo un fuerte impacto en todos nosotros. En enero de 1937, cuando mi madre tenía 10 años, tenía un grave problema de salud y necesitaba una operación. No podía ser trasladada a un hospital, por lo cual un cirujano que conocía mi abuelo aceptó venir a la casa familiar en París para realizar el procedimiento. La familia desinfectó el comedor y colgó sábanas en las paredes para mantenerlo esterilizado. Toda la casa olía a alcohol quemado. En la oficina esa misma mañana, mi abuelo se cruzó con uno de los dos “Grandes Patrones” de la época, quien le preguntó cómo estaba. Cuando mi abuelo le explicó que su hija estaba siendo operada en su casa esa misma mañana, el gerente se mostró estupefacto: “¡Pero Carlo! ¡Eso te va a costar una fortuna!” A mi abuelo le sorprendió mucho esto y dijo: “Señor, el cirujano no dijo una palabra sobre cuánto iba a costar la operación”. Ese mismo día, alrededor de las dos o tres de la tarde, mi abuelo fue convocado a la oficina de Recursos Humanos. Había un sobre allí para él. No se necesitaba ninguna otra explicación: iban a cuidar bien de mi madre.
Muchas veces hablamos de nuestra dedicación a la Maison Louis-Dreyfus, pero esta circunstancia verdaderamente le mostró a mi familia que la compañía también tenía una dedicación hacia nosotros.
¿La próxima generación?
Si bien mis hijos decidieron seguir distintas carreras profesionales, a comienzos de los años 2000, uno de ellos tuvo un trabajo de verano en LDC por un mes en la mesa de Ejecución de la Plataforma de Cereales, así que tal vez eso cuenta aún como la siguiente generación.
Cuando mi madre se retiró, uno de los dos “Grandes Patrones”, le dijo: “Señora Picaud, estaremos esperando a la quinta generación”. Ella contestó que no dependía de ella, que era “sólo la abuela”. La respuesta fue: “Pero usted es parte de la familia, Señora Picaud”.
En cuanto a mí, si todo va bien, mi intención es continuar trabajando con esmero para Louis Dreyfus Company hasta mi retiro, siguiendo nuestra tradición familiar.