El trigo era la base del negocio de Léopold Louis-Dreyfus en sus comienzos, y hoy continúa siendo un importante producto en nuestro ciclo del campo al tenedor. Nos hemos convertido en uno de los mayores comercializadores de cereales del mundo, con una fuerte presencia en mercados clave tanto de originación como de destino.
En esta serie de artículos, les contaremos la historia del segundo cereal más producido (luego del maíz), y los lugares y personas que revolucionaron su producción y rendimiento en todo el mundo.
El hombre no sólo vive de pan, pero los científicos argumentan que sin él no estaríamos aquí (o estaríamos, pero en un número considerablemente inferior). El trigo nos ayudó a pasar de ser cazadores y recolectores a contar con una agricultura establecida como parte de la Revolución Neolítica, lo cual significó contar con más alimentos disponibles a lo largo de todo el año. Como resultado de esto, fuimos capaces de evolucionar y sobrevivir a períodos de frío y salidas de caza infructuosas.
Esta historia comienza hace aproximadamente 11.000 años, en la “cuna de la civilización”, la Mesopotamia, cuando los seres humanos empezaron a cultivar trigo escaña y farro, dos ancestros del trigo que conocemos y cultivamos en la actualidad. Con el tiempo, estas dos plantas evolucionaron a un cultivo superior que tenía semillas más grandes y era menos quebradizo, por lo cual era más fácil de cosechar.
A medida que los agricultores continuaron su travesía hacia los tiempos modernos, trajeron consigo sus hábitos: no simplemente sembrar, cosechar y desgranar, sino cocer y fermentar, y alimentar con el trigo al ganado que les proveía leche, carne y, lo más importante, abono para fertilizar los campos. Esto posibilitó la plantación de más cultivos en parcelas de mayor tamaño, para mejores y mayores cosechas, lo cual finalmente condujo a un crecimiento acelerado de la población en muchas regiones.
En sólo unas pocas generaciones, los productores de trigo estaban desplazando y superando en número a los cazadores. Para el año 3000 a.C., habían llegado hasta la India, Etiopía, España e Irlanda, y para el año 2000 a.C., el trigo había llegado a China.
El crecimiento de la población que siguió, al igual que nuestra mayor fortaleza e inteligencia, se deben, en parte, a las calidades de esta nutritiva semilla.
La demanda de trigo impulsó la aparición de importantes avances tecnológicos en la agricultura, sobre los que hablaremos en más detalle en la Parte 2 de nuestra serie “Trigo”.