Cuando el trigo ya era ampliamente cultivado en Medio Oriente y Asia, surgieron las innovaciones agrícolas, aunque lentamente. De hecho, les tomó aproximadamente 3000 años a los agricultores chinos desarrollar un collar que, al no presionar sobre la tráquea del animal, les permitiera a los caballos jalar cargas más pesadas y arar más rápido que un buey.
El siguiente hito importante en la producción de trigo ocurrió en Inglaterra casi 2000 años después, cuando Jethro Tull, un pionero de la agricultura de la localidad de Berkshire, inventó su propia sembradora. Hasta el año 1701, los agricultores todavía sembraban el trigo a mano, como lo habían hecho desde el año 9000 a.C. La sembradora de Tull plantaba trigo en líneas rectas y a la profundidad óptima. Verdaderamente revolucionó tanto el rendimiento como la productividad, especialmente del otro lado del Atlántico, en Nueva Inglaterra, donde los colonizadores estaban dispuestos a acoger cualquier elemento que los ayudara a sacar el mayor provecho de la tierra de las oportunidades.
Los campos de trigo de América del Norte iban a adquirir importancia global a lo largo de los siguientes cien años. Gracias a este cereal, miles de personas fueron salvadas de la hambruna causada por los desastres medioambientales tales como las inundaciones, al pasar a arado vastas áreas de Estados Unidos, al igual que Argentina y Australia.
Un efecto secundario de la expansión del trigo y las técnicas de agricultura más modernas fue la aparición de una población mayor. Las comunidades crecientes también dependían del trigo para su sustento. Esto aumentó la presión sobre los agricultores a fines del siglo XIX y XX, dado que la oferta no podía seguir el ritmo de la demanda y había poca tierra arable nueva disponible.
Debía encontrarse una nueva solución para aumentar los rendimientos, y esa solución fue el tractor. Podía arar en lugares y condiciones en los que incluso los mejores caballos encontrarían dificultad. Según las estimaciones, los tractores no sólo mejoraron la productividad en aproximadamente un 25%, sino que además evitaron el hambre mundial al permitir un aumento en las cantidades de trigo cultivado.
Las innovaciones en la agricultura, al igual que la demanda creciente de trigo y las cantidades limitadas de tierra para cultivo, requirieron una mejora en la fertilidad del suelo y la producción de los cultivos. Fue entonces cuando entraron en escena los científicos.
Para saber lo que pasó a continuación, te invitamos a leer la tercera y última parte de nuestra historia del trigo.